viernes, 24 de septiembre de 2010

Perturbación, arte y papas con choco



La maltrecha redacción lisérgica -en la foto, de parranda- se congratula de la llegada al mail de textos, insultos y amenazas de muerte y de articulos como este que no manda un señor llamado Esterix. Yeah.


por Esterix
Desde mayo del 2008 corona la entrada de las puertas de tierra el famoso Pajarojaula, más conocido en Cádiz como la webera o el bombo de la lotería de navidá. Esta obra artística que generó polémica debido al desplazamiento del ficus centenario que anteriormente daba sombrita a las puertas de Hacienda, un cierto descontento por la falta de belleza visual de la escultura metálica y el dinero invertido en ella, encierra una ambigüedad significativa interesante. Aparte de que los medios la vendieran como “el pájaro, símbolo de libertad que se incrusta en una especie de jaula, en alusión a la opresión que la Carta Magna erradica de su texto”, la interpretación que el ciudadano imaginativo puede extraer de esta figura que perturba el paisaje de la avenida debe de ir más allá. Teniendo en cuenta que el mismo autor bautizó la obra con el nombre de “Jaulájaro” y que éste ha realizado diversos encargos para estructuras políticas como el “Candado – Monumento a la libertad de expresión” que no está exento de doble sentido – un candado se puede cerrar en cualquier momento, y existe un detalle en el cierre, el cual es una punta de pluma que está doblada-, podemos intuir que en realidad la Jaulapajaro crea una laguna extraña en quien la observa, la sensación de mofa hacia la democracia y ¿por qué no? hacia la ciudad. Si nos paramos a pensar en la cantidad de dinero, eventos y propaganda pomposa en asonancia en oh! que se está invirtiendo en la celebración del bicentenario y la libertad de las cortes, podríamos preguntarnos sobre qué tipo de libertad nos están hablando, que relación tienen las corte de 1812 y la transición de 1978 con el momento actual en el que nos encontramos. En una época donde la ambigüedad de los conceptos a la hora de tratar temas tan en boga como las nociones de “calidad”, “desarrollo” o “progreso” pueden encerrar -precisamente- el sentido opuesto que se manifiesta, dependiendo de en boca de quién y en qué contexto sea utilizado. El arte, como vehículo de las emociones, para llegar a calar en el espectador, resquebrajar los esquemas de la normalidad y plantear mas preguntas que respuestas ¿tiene que trastornar al receptor o generar una polémica social? Hay algunos artistas que para alcanzar este estado catártico con el espectador arremeten contra su propia integridad, incluso hacen del voyeurismo un acto participativo. Por ejemplo la artista Marina Abramovic profundiza en la reivindicación del propio cuerpo, en la experimentación de los límites del dolor y en la interacción con el público para llegar a lo sublime y de paso exorcizar a sus propios fantasmas.


La trasformación geofísica que la ciudad de Cádiz está viviendo es triste y ridícula, con la retirada de su pavimento histórico, la imposición de los carriles-acera que ponen en conflicto al peatón con el ciclista, los planes E y el proceso de reurbanización, la tacita ya no es lo que era. Además desde el mes de abril embellece nuestra ciudad, unos elementos artísticos dignos del tetris, vacíos de contenido, eso sí con mucho color y que dudosamente puedan considerarse arte.


No obstante, haya jaulas pajaros, pitotes amarillo -a los que podrían ponerle una franja azul y ya serían der cadi- o la extirpación de la flora de la ciudad, la población gaditana ya está un poco trastornada de por sí -en el buen sentido de la palabra y con mucho orgullo- por lo que todo intento de perturbación, venga de donde venga, se metabolizará en una esperpéntica anécdota que será carne de cañón para alguna coplilla de carnaval, y un servidor que lo celebra.



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