La alcalsiesa de Cádiz, Teófila Martínez, se ha encargado de poner hoy la guinda al pastel de la vergüenza (o más bien de la desvergüenza) entregándole el Premio Cortes de Cádiz a la Libertad al impresentable de Álvaro Uribe, presidente de Colombia, reconocido violeador (sic) de los derechos humanos en su país. De nada han servido las protestas de numerosos colectivos en defensa de los derechos humanos. De nada sirvió la indignación mostrada por numerosas asociaciones sociales de toda índole. De nada sirvió el rechazo explícito de organizaciones sindicales a la concesión del premio. De nada ha servido incluso la llamada de atención de Amnistía Internacional al gobierno español, instando a las autoridades a que no apoyen iniciativas que perpetúen la violación de DDHH, en alusión a la visita de Uribe. Nada de nada. Oídos sordos y carga policial. Eso sí, "sin mucha violencia", como dicen ellos.
No sabemos qué intereses habrán movido al Consistorio gaditano para premiar la trayectoria de este elemento. Tampoco sabemos qué coño hacía Ignacio González, número dos de Esperanza Aguirre, en Colombia, ni de qué habló con Uribe ni cuál era el contenido de esas misteriosas bolsas blancas.
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