jueves, 11 de junio de 2009

FULANITO

Fulanito es despertado por su reloj-despertador a las 7 de la mañana. Toma una ducha, se viste, baja a la calle, coge su coche y se dirige a la empresa donde trabaja. A las 8 entra en su centro de trabajo, del cual no saldrá hasta bien entrada la tarde.

Fulanito no se plantea hacer otra cosa. A Fulanito no se le ocurre desatender ninguna de estas obligaciones que ocupan su vida cotidiana. Apagar el despertador y quedarse en la cama, no coger el coche, no ir a trabajar... son cosas que ni tan siquiera puede llegar a imaginar. Eso sería una locura, una imprudencia, una irresponsabilidad, un crimen.

No es que Fulanito disfrute con esa rutina. No se trata de que Fulanito prefiera esto a lo otro. Está claro que Fulanito preferiría seguir durmiendo un poco más, levantarse sin prisas, dar un paseo bajo el sol quizá. Pero eso NO PUEDE SER. Fulanito DEBE CUMPLIR CON SUS OBLIGACIONES. Y jamás se rebelará, ya sea por miedo, por falta de imaginación, falta de coraje, por no arriesgarse, por prudencia, por no comprometerse o porque no crea que sea necesario. Es lo mismo. Más vale malo conocido que bueno por conocer.

Todos somos como Fulanito, reacios a dar el paso definitivo. Y por muchos libros de Chomsky o documentales de Javier Corcuera que se trague, Fulanito NO va dar ese paso así como así, a lo loco, sin garantías, arriesgando el pellejo.

Sin embargo, qué pasa si el despertador de Fulanito deja de funcionar porque hay un apagón general. Qué pasa si Fulanito encuentra su coche calcinado. Qué pasa si del centro de trabajo de Fulanito ahora no quedan más que escombros.

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